Las frescas brisas provenientes desde la histórica Vigirima le
dieron su nombre al cerro El Placer, sobre su cima y mirando hacia el sur
hubo un mesón construido con piedras
sacadas de sus entrañas, y detrás de éste una
cruz de hierro con tres largos clavos semejando a los que se utilizaron en la crucifixión de
Jesús. Se cree que esta obra la construyeron sacerdotes misioneros en época de la Colonia. Al pié del cerro se encontraba una plazoleta
adonde acudían los parroquianos a charlar y pasar ratos de esparcimiento, constituyéndose en un
verdadero placer sentarse en sus jardineras a disfrutar de la agradable
brisa; se le llamó, Placita El Placer. En los días de la Semana Santa el cura Agustín Enciso párroco de Guacara, en
los años treinta, acompañado de distintas cofradías religiosas y de feligreses subía
hasta lo alto y oficiaba las misas convirtiendo el mesón en Altar, y a la cruz
se le extendía una larga tela de color morado que hacía las veces del Sudario
de Cristo, la cual permanecía en ella toda la temporada de la Semana Mayor, igual
se hacía el tres de mayo fecha en la cual se celebra el día de la Santa Cruz,
los creyentes subían para adorarla con rezos y cánticos religiosos. Los días
domingos eran los preferidos para darse un paseo hasta el cerro El Placer y
desde allí divisar el Lago de Valencia,
la montaña de Vigirima y la llegada de viajeros en el Autovía a la
estación del Ferrocarril, ubicada al principio de la calle Gómez, hoy Arévalo
González, y para los muchachos elevar
hacia el cielo sus multicolores papagayos, confeccionados con papel de seda,
varillas de caña amarga pegados con “pega pega” fruta del árbol llamado Caujaro. A principios de los años
cuarenta se construye el acueducto de Guacara, y el lugar donde se
encontraba el altar y la cruz fue demolido sin tomar en cuenta su significado,
y allí surge la Caja de Agua, depósito del vital líquido que comenzó a surtir
la población la hasta mediados de los años ochenta. Se continúa disfrutando del
verdor de la pequeña montaña y de los paseos dominicales hasta la caída del
dictador Pérez Jiménez, cuando comienzan las primeras invasiones y aparecen
los primeros ranchos que a la larga son transformados por viviendas más cómodas,
se les provee de agua, electricidad y se le construye una calle por los lados de La Florida, posteriormente otras cominerías por los costados del cerro. Nacen sobre su
cima varias generaciones de Guacareños, que hoy desde allí observan el rostro de otra Guacara. La
Cruz de hierro que allí se veneraba, hoy está en poder de la familia Pinto, la
cual cada tres de mayo celebra su festividad en forma muy austera, con rezos y
ofrendas, acompañado de vecinos residentes
de los alrededores del emblemático cerro
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