jueves, 29 de septiembre de 2016

" CERRO EL PLACER "

 Las frescas brisas  provenientes desde la histórica Vigirima le dieron su nombre al cerro El Placer, sobre su cima y mirando hacia el sur hubo  un mesón construido con piedras sacadas de sus entrañas, y detrás de éste una  cruz de hierro con tres largos clavos semejando  a los que se utilizaron en la crucifixión de Jesús. Se cree que esta obra la construyeron sacerdotes misioneros    en época de la Colonia. Al  pié del cerro se encontraba una plazoleta adonde acudían los parroquianos a charlar y pasar ratos de esparcimiento, constituyéndose  en un  verdadero placer sentarse en sus jardineras a disfrutar de la agradable brisa; se le llamó, Placita El Placer. En los días de la Semana Santa  el cura Agustín Enciso párroco de Guacara, en los años treinta, acompañado de distintas cofradías religiosas y de feligreses subía hasta lo alto y oficiaba las misas convirtiendo el mesón en Altar, y a la cruz se le extendía una larga tela de color morado que hacía las veces del Sudario de Cristo, la cual permanecía en ella toda la temporada de la Semana Mayor, igual se hacía el tres de mayo fecha en la cual se celebra el día de la Santa Cruz, los creyentes subían para adorarla con rezos y cánticos religiosos. Los días domingos eran los preferidos para darse un paseo hasta el cerro El Placer y desde allí divisar el Lago de Valencia,  la montaña  de Vigirima  y la llegada de viajeros en el Autovía a la estación del Ferrocarril, ubicada al principio de la calle Gómez, hoy Arévalo González, y para  los muchachos elevar hacia el cielo sus multicolores papagayos, confeccionados con papel de seda, varillas de caña amarga pegados con “pega pega” fruta del árbol  llamado Caujaro. A principios de los años cuarenta  se construye el  acueducto de Guacara, y el lugar donde se encontraba el altar y la cruz fue demolido sin tomar en cuenta su significado, y allí surge la Caja de Agua, depósito del vital líquido que comenzó a surtir la población la hasta mediados de los años ochenta. Se continúa disfrutando del verdor de la pequeña montaña y de los paseos dominicales hasta la caída del dictador Pérez Jiménez, cuando comienzan las primeras invasiones  y aparecen  los primeros ranchos que a la larga son transformados por viviendas más cómodas, se les provee de agua,  electricidad  y se le construye  una calle por los lados de La Florida,  posteriormente otras cominerías  por los costados del cerro. Nacen sobre su cima varias generaciones de Guacareños, que hoy desde  allí observan el rostro de otra Guacara. La Cruz de hierro que allí se veneraba, hoy está en poder de la familia Pinto, la cual cada tres de mayo celebra su festividad en forma muy austera, con rezos y ofrendas, acompañado de vecinos  residentes  de los alrededores  del emblemático cerro          

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