viernes, 25 de enero de 2019

La vaya y vuelva



      

La vaya y Vuelva
La Vaya y Vuelva era una urna construida con tablas de jabillo, de allí proviene el refrán estás hediendo atabla e¨jabillo, el cual se le decía al que enfermaba de gravedad o al que abusaba al correr peligrosamente con un carro si ser experto en el manejo. En esta urna se metía a los muertos sin ventura, los sacaban del cajón y los enterraban desnudos en el hueco , que tampoco les pertenecía y dejaban en el cementerio la urna, para que siguiera siendo el tranvía de viajar el cadáver de los pobres.
La Vaya y Vuelva, fue la litera que iba y venía, llevaba muertos y regresaba a buscarlos. Hasta que un muerto se quedó con ella, un muerto que tendrá menos frío que los otros. Esta costumbre fue abolida cuando Macario Escorcha presidió el concejo municipal de Guacara, entre 1939- 1940., volviendo a aparecer hasta el año 1946.
Una vez que desaparece esta macabra costumbre, surgen los fabricantes de urnas en el pueblo a quienes acudía el concejo municipal para satisfacer las necesidades de los más pobres. El primer fabricante que aparece en Guacara fue Sulpiscio Flores, carpintero ebanista, y además músico ejecutante del Bajo, cuya carpintería estaba ubicada en la calle Gómez, hoy Arévalo González, entre las calles Páez y Castaño, DDT 1250. Sulpiscio arrumaba las urnas en un cuarto que daba hacia la calle, que tenía una ventana atravesada con balaustres de hierro, por donde se asomaban los muchachos curiosos para ver las urnas, y contaban los vecinos que su esposa Justa Rueda de Flores, era quien le anunciaba cuando alguien iba a buscar una urna, porque ella sentía que esta comenzaba a traquear en el cuarto.
Efectivamente así sucedía y no pasaba mucho tiempo en que alguien llegara llamando a Sulpiscio para que preparara una urna, la cual forraba con terciopelo negro o blanco según los requerimientos del doliente, blanco para las señoritas y angelitos, y negro para los adultos y con sus respectivos adornos de hojalata, un Cristo  en la parte superior y angelitos en los lados del cajón.
Después de Sulpiscio Flores aparece el maestro León Narváez, con su carpintería, fabricación y exhibición de urnas en su casa de habitación en la calle Briceño cruce con Carabobo, estas urnas venían listas para ser llevadas para sepultar al difunto.
En esos tiempos se acostumbraba algo extraño, como era desprenderle a la urna , antes de sepultar al muerto, los arabescos que llevaba y repartirlos entre los familiares más allegados, correspondiéndole a la esposa o esposo el Cristo de Latón que se exhibiría en el altar durante los nueve días de los rezos, para luego guardarlo como un recuerdo del ser querido.

2 comentarios:

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